La brecha que existe entre los más pobres y los más ricos en el mundo es considerable y está creciendo. Esta situación no solo se da de un país a otro sino dentro del mismo país, incluso en el caso de muchos de los países más prósperos. El Día Mundial de la Justicia Social se celebra con el fin de destacar el poder de la solidaridad mundial para promover oportunidades para todos.
Circunstancias como el lugar de nacimiento de una persona, su lugar de residencia o su género o grupo étnico no deben nunca determinar su nivel de ingresos ni las oportunidades que tenga para obtener educación de calidad, servicios de salud básicos, trabajo decente, alojamiento adecuado, acceso a agua potable, participación política o el derecho a vivir sin temor de sufrir amenazas de ser objeto de violencia, ni de experimentar violencia física real.
A medida que aumenta la desigualdad, el tejido social de nuestras sociedades se resiente y sufre tensiones, lo que a menudo conduce a un espiral descendente de incertidumbre económica y social e incluso a disturbios. Los conflictos violentos en muchas partes del mundo a menudo tienen sus raíces en fuertes desigualdades, la discriminación y la pobreza generalizada.
Sin embargo, no hay ningún aspecto de la desigualdad que sea inevitable. El objetivo de todos debe ser adoptar medidas prácticas para eliminar este obstáculo tan importante al desarrollo y la dignidad humana.
La experiencia muestra que el crecimiento económico en sí mismo no es suficiente. Debemos hacer más para empoderar a las personas mediante el trabajo decente, brindarles apoyo a través de la protección social, y velar por que se escuchen las voces de los pobres y los marginados. Mientras seguimos procurando alcanzar los Objetivos de Desarrollo del Milenio y definir una agenda para el desarrollo después de 2015, hagamos que la justicia social constituya un elemento central para lograr un crecimiento equitativo y sostenible para todos.
Ban Ki-moon, Secretario General de las Naciones Unidas